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Casa Pampa 024

Los creadores de este sueño buscaron que este complejo de casas de mar fueran un lugar especial en donde parar y disfrutar de toda esta privilegiada naturaleza.

Un conjunto turístico residencial se presenta en edificios de ventanas con vista al mar y acceso a la playa, integrada por espacios comunes, terrazas y senderos.

Aquí te contamos y mostramos nuestro complejo

Leyenda Apócrifa de Casa Pampa

El Romance de La Tierra y El Mar – Casas de Mar Casa Pampa
Cuando los hombres aún no existían, en los comienzos del tiempo, cuando no había medida para las horas ni para las distancias, El Sol sedujo a La Luna deslumbrándola con su capacidad para inventar la luz, derramando sobre ella claridades y calideces.

Mujer al fin, ella se rindió ante ese astro capaz de inventarle un alba abriendo los ojos o prestidigitar un crepúsculo con sólo desaparecer.
El universo, vasto y profundo, fue testigo y escenario de ese amor que no cesa, a pesar de los siglos y de los hombres.

Milenios después, en algún lugar del sur más austral del planeta, El Mar vagaba en medio de las inmensidades acariciando el hastío de su soledad y la inercia de sus olas salitrosas.

Era una mañana de primavera. El Sol, el viejo sol enamorado, entibiaba los alrededores mientras el mar abrazaba con furia las profundidades de su cuerpo, envidiando el porte amante y ganador del sol, conquistador de lunas.​​​​​​
Finalmente, la vio; de pronto sintió que ella existía. Allí, al alcance de su lengua de sal, La Tierra se mostraba hembra y feraz, lúbrica y generosa.
Fue verla y sentir que todo en él se agitaba como un tsunami. Se le alborotó la sal, las olas contrariaron al viento, todo su cuerpo de agua y furia manaba virilidad. El Mar, bestia encabritada, sintió el deseo como un arrebato. Y con todo el fervor de sus mareas enloquecidas se arrojó sobre la Tierra abierta de par en par, como invitando al amor.
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Ella se dejó abrazar. Sintió el embate de El Mar como una invasión dulce y sensual. Y se apretó fuertemente a él, como un niño se aprieta contra el pecho de su madre cuando en la noche del hambre la leche llega.
Desde entonces, repetido en la obstinación de sus mareas, El Mar siempre vuelve a buscar el beso de La Tierra. Y La Tierra abre su boca como un mediodía dejando que la ternura y la furia inunden su cuerpo una vez más, allí junto a la barranca que otrora moraban los lobos.

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